INFINIDAD DE VECES EN LA ENTRAÑA DE LOS BOSQUES INFANTILES PROVOCAR EL INCENDIO DE LA RESURECCIÓN...

SOBRE YO, MI Y LAS OTRAS

Bebo de todos los frascos, únicamente porque dicen “bébeme”, y luego me quedo atorada dentro de casas enormes, saliéndome los brazos por las ventanas, para, minutos después, no alcanzar siquiera la altura de la mesa. Enredadera que crece tropezándose con todo lo que toca. Muchas, muchas veces, velero a la deriva. Alcohólica sin remedio, fumadora compulsiva. Enemiga acérrima de todos los relojes. Enamorada de todos los varones en 150 kilómetros a la redonda, esperando, que esto venga de regreso. Despertando kafkianamente en ocasiones, convertida en una enorme araña que devora los ojos de todas las muñecas, los calzones de corazoncitos, los poemas cursis de Amado Nervo. Lagrimas-veneno. En búsqueda constante de los mil ojos de Argos, enamorada no correspondida del silencio, hoyo negro atragantado de galaxias. Hambrienta. Nativa del desorden. Terremoto. Mujer fatal, con un oso de peluche en el brazo derecho y un cuchillo en el seno izquierdo. Decidida y orgullosamente hija de Lilith, desertora de Eva.

lunes, agosto 04, 2008

ISMAEL ABBAS (Fragmento)

Ismael Abbas
Juguete Escénico imposible para un mundo posible.
O viceversa.

Es un día de abril del año 2003.
Ali Ismael Abbas, huérfano Iraquí de 12 años,
en un hospital pide que le devuelvan sus brazos....

I.
LA ENFERMERA: (Buscando los brazos de Abbas) Es mejor, resignarse, Abbas, resignarse, no están por ningún lado.

Al lado de la cama del consultorio, una cubeta desborda sangre, mancha el piso. Abbas señala la cubeta con la cabeza.

LA ENFERMERA: No, ahí no están. Eso es seguro, en la mañana tuve que meter la mano hasta el fondo, fue horrible, no había nada, nada. ¿Me entiendes Abbas? ¿Sabes lo que es la nada?... Yo metía la mano. Por la altura de la cubeta era lógico que la sangre me llegara hasta el codo, pero yo seguía metiendo el brazo, y alcanzó mi hombro, después parte de mi pecho... El fondo no tenía fondo...
No había nada, Abbas. Entonces vinieron los de seguridad y dieron la orden de no mover la cubeta.
No sabían qué podría pasar, una cubeta sin fondo en un hospital es muy peligrosa...
Y ahora yo tengo que tenerla aquí todo el maldito tiempo... Da la impresión de que muerde ¿verdad?

Abbas asiente mirando la cubeta con extrañeza, sale, camina por los pasillos del hospital, se asoma en cada puerta, se agacha para mirar debajo de cada camilla, se asoma detrás de un muro derrumbado, mira entre los vidrios rotos de las ventanas, busca...

En el altavoz del hospital, con voz de aeromoza:

ALATAVOZ: Resignarse, Abbas, Resignarse... Gracias por volar con nosotros, el trayecto será de aproximadamente 220 años con 20 minutos, en el centro se encuentran las salidas de emergencia, es necesario usar ambas manos con fuerza para abrirlas...

Abbas mira las ventanas rotas, amasijo casi irreconocible de acero y concreto. Sigue caminando.

II.

Una niña Iraquí de 5 años, encuentra los brazos de Abbas en el desierto. Los mira, los acaricia...

MUJER: Ahora la niña tiene cuatro brazos, es increíble, los segundos brazos le llegan a la altura de las rodillas, pero no le impiden caminar porque generalmente la están abrazando. ¿Puede usted imaginárselo? Es una niña abrazada por sí misma. Camina por las calles, y los brazos la rodean, la gente voltea a mirarla, y si alguien hace algún comentario incisivo, uno de los brazos, con fuerza increíble le pega un golpe tal que le rompe la quijada. La niña no habla desde entonces...

III.
La enfermera limpia frentética el charco de sangre que está alrededor de la cubeta, con mucho cuidado de no tocarla. Abbas la observa.

LA ENFERMERA: No es posible, sigue echando sangre... Cada dos horas hay que limpiarla, y en segundos el piso vuelve a teñirse de rojo. Es terrible que no puedas ayudarme, en este lugar lo que se necesita son brazos...
Abbas la mira. Se sienta en el piso. Muy cerca de la cubeta.

LA ENFERMERA: Ya te dije que buscar aquí es inútil. No insistas. No están ahí dentro y si estaban, lo más seguro es que ya no haya nada... ¿Sabes lo que es la nada, Abbas? En la mañana volví a meter la mano, sólo la mano, pero me dio miedo. Cuando uno mete la mano ahí, hay algo, no sé qué, que te dan ganas de aventarte adentro... Es increíble, sigue saliendo... (Limpia)

Abbas sale, vuelve a caminar por los pasillos del hospital, se acerca a heridos y voluntarios, no les habla, los mira profundo. Cada uno le responde la mirada, negando con la cabeza, Abbas va a sentarse en un rincón del hospital, vencido. Mira al piso, hay una gota de sangre.

ENFERMERA: Le digo que no llora, digo, es un niño de 12 años y no llora. ¿Sabe usted lo que eso significa?. La nada, definitivamente, la nada. Es posible que sus brazos sí estén ahí... (señala la cubeta) junto con su llanto. A mí me da miedo verle los ojos. Dan la impresión de que uno va a ahogarse ahí dentro, ahogarse en seco... Le digo que no llora.


IV.
MUJER: Cada vez que intenta comer, los brazos, los grandes, le arrebatan la comida. Se han vuelto iracundos, cada vez la abrazan menos... la niña está muy triste, no sabe usted como quiere a esos brazos. Pero los brazos parece que han dejado de quererla. Está flaca.

( * * * )

Abbas camina por un pasillo oscuro, va reconociendo las cosas con los pies, acaricia una ventana de vidrios rotos, se corta un poco, se agacha como si fuese a acariciarse la herida, se detiene, se mira los muñones, se mira la herida, se sienta en el piso vencido, ve hacia el frente.

La luz sube poco a poco, el pasillo es el del hospital. Hay uno o dos heridos en camillas, cantan suavemente y beben de una botella de licor. Descubren a Abbas.

ENFERMO UNO: (A Abbas) ¿Sigues aquí?

Abbas lo mira.

ENFERMO DOS: No es cosa buena vivir en un hospital, la tristeza escurre por las paredes, se contagia; anda a casa, Abbas, aquí ya hay cada vez menos que hacer.

Abbas se levanta e intenta sentarse en la camilla del enfermo, no lo logra. El enfermo lo carga con mucho esfuerzo, lo recuesta a su lado, le canta una canción de cuna incomprensible, los dos enfermos se van quedando dormidos conforme avanza la canción de cuna. Abbas permanece con los ojos abiertos, mira hacia el frente fijamente.

( * * * )

En el desierto una niña iraquí con 4 brazos, llora, les habla.

( * * * )

ENFERMERA: No llora y no duerme, es horrible, ¿Entiende lo que le digo? Ese niño tiene doce años.



V.
EL SUEÑO DE ABBAS.

Abbas camina en medio de un bosque, en los brazos lleva cargada a una niña de tres o cuatro años, la arrulla, sigue caminando.

Tropieza con la cubeta llena de sangre, la niña se le cae dentro de ella, Abbas intenta desesperadamente sacarla metiendo los brazos hasta la orilla de la cubeta, cuando desiste del intento y se levanta, ve que ha quedado sin brazos.

En off, altavoz de hospital con voz de aeromoza: Resignarse, Abbas, es mejor resignarse.

VI.

ENFERMERA: (Limpiando alrededor de la cubeta) No están aquí, Abbas, estoy segura, ¿Cómo pudiste soñar algo así estando despierto...?

Abbas mira fijamente la cubeta, se acerca, se asoma, pisa el charco de sangre.

ENFERMERA: Aléjate, te estás manchando los pies... Estoy cansada, parece que esto no terminará nunca, y ahora al caminar dejarás un rastro y tendré que limpiar de nuevo, ya no alcanza el agua...

( * * * )

Una niña Iraki de 4 años toma agua agachada en un río, no mete las manos, la lame desesperadamente, poco a poco el agua se tiñe de rojo. La niña deja de beber y observa el agua fijamente.

VII.

Abbas salta en un pie, se le dificulta el equilibrio, llega a la cubeta, con muchos trabajos logra meter una pierna a la cubeta y busca...

ENFERMERA: ¿Qué haces? Te digo que no tiene fondo... Es peligrosa.

VOZ DE ALTAVOZ: Resignarse, Abbas. Es peligrosa.

ZAF
-registrados todos los derechos-

LA CITA DE LA SEMANA

Uno más, poema de Raymond Carver
Se levantó temprano, la mañana llena de expectativas,
preparado para ponerse a escribir.
Tomó tostadas, huevos y café
y se fumó unos cigarrillos
pensando todo el tiempo en el trabajo que tenía por delante,
el difícil sendero a través del bosque.
El viento empujaba las nubespor el cielo,
agitaba las hojas que quedaban en las ramas
al otro lado de la ventana.
Unos días más y desaparecerían, esas hojas.
Ahí había un poema, puede ser;tendría que pensar en ello.
Fue al escritorio, dudó un buen rato,
y entonces tomó la que vendría a ser la decisión más importante del día,
algo para lo que su imperfecta vida le había estado preparando. Apartó la carpeta de los poemas
-uno en concreto seguía aún en su cabeza tras el sueño agitado de la noche anterior
(pero, en realidd, ¿qué importauno más o menos? ¿Qué más da? ¿Nada va a cambiar,no?)
Tenía el día entero por delante.
Mejor limpiar primero la mesa.
Tenía que ocuparse de unas cuantas cosas, asuntos familiares que no podíadejar para más tarde.
De modo que se puso manos a la obra.
Trabajó duro todo el día -pasando del amor al odio, a la compasión (muy poca), una sensación conocida, también de la desesperación a la alegría.
Tuvo estallidos ocasionales de ira,
luego se calmaba, al escribir cartas, diciendo "sí" o "no" o"depende" -explicando por qué o por qué no a personas
que apenas había visto o que nunca vería.¿Le importaban? ¿Le importaban una mierda?Algunas sí. Atendió también unas llamadas e hizo otras que, a su vez, provocaron la necesidad de hacer alguna más. Siguió así hasta que se sintió incapaz de hablar más y prometió llamar al día siguiente.Por la tarde, agotado y convencido (erróneamente, por supuesto) de que había completado una honesta jornada de trabajo, se puso a hacer inventario y tomó nota del par de llamadas que tendría que hacer a la mañana siguiente si quería seguir al tanto de las cosas y si no quería escribir más cartas, que no quería. Pero ahora, pensó, estaba harto de todos estos asuntos, aunque seguía igual, terminando la última carta, una que debería haber contestado hace semanas. Levantó la vista. Casi era de noche. El viento se había calmado. Los árboles allí seguían, despojados de casi todas sus hojas. Pero, por fin, su mesa estaba despejada, sin contar la carpeta de los poemas que le costaba mirar. Metió la carpeta en un cajón, apartándola de su vista.Es un buen sitio, un sitio seguro, y sabrá dónde está cuando necesite descansar las manos sobre ella. !Mañana! Hoy hizo todo lo que podía hacer.Aún le quedaban un par de llamadas, se le había olvidado que tenía que llamar él y también unas cuantas notas que debía mandar a causa de las llamadas,pero no lo iba a hacer ahora, ¿o sí? Había dejado el bosque atrás. Podía decirse que había cumplido. Había hecho lo que tenía que hacer. Lo que su conciencia le había pedido que hiciera. Había cumplido con sus obligaciones y no había molestado a nadie. Pero en aquel momento, sentado frente a su ordenada mesa, sintió vagos remordimientos por el poema que seguía en su cabeza y había intentado escribir por la mañana, y aquel otro que no conseguía recordar. Así son las cosas. Poco más se puede decir. ¿Qué sepuede decir de un hombre que prefirió hablar por teléfono todo el día y escribir cartas estúpidas mientras sus poemas quedaban desatendidos, abandonados o, peor aún, sin empezar? Ese hombre no los merece y no deberían acudir a él de ninguna de las formas. Sus poemas, si llega alguno más, deberían comerlos las ratas.